RESUMEN
Se analiza la situación de emergencia en México generada por la epidemia de COVID-19, con énfasis en el posible impacto psicológico que las medidas adoptadas para la contención de la propagación del virus pueden tener en la población. En el marco de la intervención en crisis se distinguen las posibles fases de evolución en el incremento del malestar psicológico, los sucesos precipitantes de la crisis, las posibles afectaciones y la población con mayor vulnerabilidad, así como la repercusión de la intervención oportuna en la salud mental.
Palabras clave: pandemia, crisis, afectaciones, vulnerabilidad, intervención.
Abstract
The emergency situation in Mexico generated by the epidemic of COVID-19 is analyzed, with emphasis on the possible psychological impact that the measures adopted to contain the spread of the virus can have on the population. In the framework of crisis intervention, the possible stages of evolution in the increase in psychological distress, the precipitating events of the crisis, the possible effects and the population with greater vulnerability, as well as the impact of timely intervention on health are distinguished. mental.
Key words: pandemic, crisis, affectations, vulnerability, intervention
Introducción
El 31 de diciembre de 2019 China notifica un conglomerado de casos de neumonía en Wuhan (Provincia de Hubei), posteriormente determina que están causados por un nuevo coronavirus, el 30 de enero de 2020, dada la información técnica recabada y la confirmación de la transmisión del virus entre seres humanos, la Organización Mundial para la Salud (OMS) declara que el brote por el nuevo coronavirus (2019-nCov) es una Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional (ESPII). (OMS, 2020)
Del 16 al 24 de febrero se integra una misión conjunta OMS-China en la que participan expertos de diversos países, con el objetivo general de informar a la planificación nacional (China) e internacional sobre los próximos pasos en respuesta al brote en curso de la nueva enfermedad coronavirus (COVID-19) y sobre los pasos de preparación y condicionamiento de las zonas geográficas que aún no se habían visto afectadas. (OMS, 2020)
Los objetivos de esta misión conjunta: lograr una mejor comprensión de la evolución del brote en china y las medidas de contención en curso, intercambio de conocimientos sobre las medidas de respuesta y preparación aplicadas en los países afectados por la importación del COVID-19 o que corren riesgo de hacerlo; generar recomendaciones para ajustar las medidas de contención y respuesta de COVID-19 en China y a nivel internacional y establecer prioridades para un programa de trabajo, investigación y desarrollo en colaboración a fin de abordar las deficiencias críticas en los conocimientos e instrumentos y actividades de respuesta y preparación.
El informe de la misión conjunta (OMS, 2020) identifica la ruta de transmisión de la enfermedad por medio de gotitas y fómites durante el contacto cercano y sin protección entre un infector y un infectado, con dinámica de contagio en cadena de persona a persona. Afirma además, que los síntomas inespecíficos y la presentación de la enfermedad pude variar desde la ausencia de síntomas hasta la neumonía grave y la muerte.
Declara que entre los síntomas típicos de la enfermedad puede presentarse fiebre, tos seca, fatiga, dolor de garganta, dolor de cabeza, diarrea, dificultad para respirar y entre los factores de riesgo de contagio se menciona la edad de 60 años o más, así como la existencia de afecciones subyacentes, tales como hipertensión, diabetes, enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias crónicas y cáncer.
Además, da a conocer que el COVID-19 es un nuevo patógeno altamente contagioso, que puede propagarse rápidamente y que debe considerarse capaz de causar enormes impactos sanitarios, económicos y sociales en cualquier entorno debido a su combinación de alta transmisibilidad y resultados fatales sustanciales en algunos grupos de riesgo.
En el informe también se reconoce, la importancia de contener la propagación ya que con ello no sólo se pueden salvar vidas, sino que además se ganan semanas y meses necesarios para el ensayo de la terapéutica y el desarrollo de la vacuna, además de proteger a los países de ingresos bajos que tienen sistemas de salud más débiles y menores capacidades para hacer frente a una situación de propagación.
Por ello entre las principales recomendaciones para los países con casos y/o brotes de COVID-19, se sugiere activar inmediatamente los protocolos nacionales de gestión de la respuesta para garantizar el enfoque de los gobiernos y de toda la sociedad para una contención temprana del brote, diseñar planes nacionales basados en los nuevos conocimientos respecto a las medidas no farmacéuticas de prevención; la detección y aislamiento inmediato de casos así como la cuarentena de contactos cercanos; aplicar medidas de prevención y control de infecciones en todos los centros de salud, especialmente en los departamentos de urgencias y los ambulatorios; la educación del público en la comprensión y su papel en la prevención, así como la vigilancia amplia para detectar las cadenas de trasmisión y planificar escenarios multisectoriales y simulaciones para el despliegue de medidas más estrictas que interrumpan las cadenas de transmisión (por ejemplo, la suspensión de reuniones a gran escala y el cierre de escuelas y lugares de trabajo) (OMS,2020)
Para el público en general las recomendaciones emitidas en el informe son: Reconocer que el COVID-19 es una enfermedad nueva y preocupante, pero que los brotes pueden ser manejados con la respuesta correcta y que la mayoría de las personas se recuperarán; adoptar y practicar las medidas más importantes, lavado frecuente de manos y cubrirse la boca y la nariz al estornudar o toser; mantenerse al tanto de las actualizaciones de información al respecto y estar preparados para apoyar activamente una respuesta a COVID-19 de diversas maneras, incluida la adopción de prácticas más estrictas de “distanciamiento social” (se debe decir distanciamiento físico) y la ayuda a la población de edad avanzada de alto riesgo. (OMS, 2020)
Finalmente, el 11 de marzo de 2020, derivado de los alarmantes niveles de propagación de la enfermedad y por su gravedad, la OMS determina que la COVID-19 puede caracterizarse como una pandemia. (OMS, 2020)
En México a partir del 30 de marzo de 2020 se declara como emergencia la epidemia sanitaria generada por COVID-19, por lo que entre otras medidas para contener la propagación, se declara la suspensión de labores no esenciales en el sector público, privado y social; en sectores determinados como no esenciales no se deberán tener reuniones de más de 50 personas y durante ellas se deberán aplicar las medidas básicas de higiene, prevención y sana distancia; se exhorta a la población a cumplir el resguardo domiciliario corresponsable (limitación voluntaria de la movilidad), excepto para las personas mayores de 60 años, mujeres embarazadas o personas con enfermedades crónicas o autoinmunes, para quienes el resguardo domiciliario es obligatorio y se comunica que después del 30 de abril del mismo año, se emitirán los lineamientos para la reanudación escalonada de actividades. (Gobierno de México, 2020).
La humanidad ha padecido a lo largo de historia una gran cantidad de epidemias y pandemias (Huremovich, 2019), que han asolado al mundo o parte del mundo y han puesto a prueba la capacidad de resistencia de los humanos. La última en México fue la Influenza A H1N1 en 2009.
Fases
(OMS1,2020) define una pandemia como un brote epidémico que afecta a todo el mundo; es decir una enfermedad que tiene un alto grado de infectabilidad y un fácil traslado de un sector geográfico a otro, sin que influya la mortalidad o letalidad de la enfermedad.
En el documento de orientación para la preparación y respuesta a una pandemia que emite las recomendaciones y criterios para los planes nacionales de preparación y respuesta la OMS distingue 6 fases en la evolución de una pandemia y una fase post-pandémica.
Las fases 1 a 3 corresponden con los preparativos, que incluyen el desarrollo de capacidades y actividades de planificación de respuestas. Durante la fase uno se identifica el virus sólo en especies animales, en la fase dos se identifica que el virus ha causado infección humana; durante la fase tres el virus ha causado casos esporádicos o en pequeños conglomerados pero sin trasmisión de persona a persona.
Las fases 4 a 6 indican claramente la necesidad de acciones de respuesta y de esfuerzos de mitigación, debido a que durante la fase cuatro se comprueba la trasmisión del virus de persona a persona, esta fase indica un aumento significativo del riesgo de pandemia; la fase cinco implica la propagación de persona a persona del virus en, al menos, dos países de una región de la OMS. Si bien la mayoría de los países no se verán afectados en esta etapa, la declaración de la fase 5 es una señal fuerte de que una pandemia es inminente y de que se dispone de poco tiempo para concluir la organización, la comunicación y la ejecución de las medidas planificadas de mitigación.
La fase 6, la fase pandémica, se caracteriza por brotes a escala de la comunidad en al menos otro país de una región diferente de la OMS, además de los criterios definidos en la fase 5. La declaración de esta fase indica que una pandemia mundial está en marcha.
Cada una de estas fases define la evolución de la pandemia en el marco de una enfermedad infectocontagiosa; sin embargo, las personas somos seres rutinarios, sociales y valoramos la previsibilidad, por lo que las medidas adoptadas en México y otros países para mitigar la propagación del COVID-19, provocan un cambio que exige afrontamiento, flexibilidad y adaptación; sin embargo, la mayoría de la población no está preparada ni material ni mentalmente, por lo que la pandemia, a su vez, deriva en riesgos para la salud mental, durante la emergencia e incluso post-pandemia.
Así lo afirma Murueta (2020), Es posible que a mediano plazo los daños psicológicos y económicos rebasen incluso los datos de morbilidad y mortalidad debidos al coronavirus, considerando que la cuarentena y el énfasis en las medidas de higiene y sana distancia vayan teniendo relativo éxito en disminuir el crecimiento de la pandemia.
Varios estudios refieren que la presencia de las secuelas psicológicas negativas se puede dar incluso meses después de la situación de alarma (Brooks et. al., citados por Larroy et. al., (2020), por lo que resulta imperante la elaboración de información que permita determinar las posibles afectaciones y redunden en las medidas de prevención y en su caso intervención para la disminución del impacto psicológico individual y colectivo de la pandemia. El impacto psicológico varía mucho de acuerdo a la fase de la pandemia.
Por ello es importante documentar, analizar y plantear las etapas de la evolución del impacto psicológico que suceden de forma paralela a las de la evolución de la Pandemia. Se proponen las fases pensadas a partir de la experiencia en México.
Fase previa: antes de que el peligro se asomara en la lejanía, teníamos una cierta normalidad, aunque la inseguridad acechaba. En México vivimos en crisis permanente.
Fase lejana: en febrero todavía se veía el peligro lejano, en Oriente en China, muy lejos. Ciertamente se oían señales de alarma pero no nos afectaba demasiado. Luego el peligro y la amenaza se acercaban, aparecía en Europa.
Fase de medidas: cuando se empiezan a implantar medidas más severas, aunque en México, no eran obligatorias, el confinamiento, quedarse en casa.
Los medios de comunicación durante esta fase son masivos, insistentes y continuos en la transmisión de información que sensibilice la gravedad de la situación y la importancia de seguir las recomendaciones, aumentando paulatinamente la preocupación e incertidumbre en la población.
Se interrumpe la dinámica de vida; evento que trae consigo la posibilidad de la acumulación de tensión generada por la imposibilidad de realizar las actividades habituales, además de la exigencia de evitar el contacto físico acostumbrado y la adopción de las medidas de higiene recomendadas (lavado de manos continuo, uso de cubre bocas, gafas de protección, estornudar en el interior del codo, no tocarse la cara con las manos y menos los ojos, las narices y la boca etc.) trastocan usos, costumbres y creencias.
La incertidumbre es un elemento creciente durante esta fase, pues la continuidad o interrupción de las medidas de emergencia cambian en función de la evolución de los contagios por lo que no existe la certeza del fin.
En el caso de personas económicamente activas existe una alta probabilidad de que le sea demandado el cumplimiento de sus funciones a distancia y con el apoyo de tecnologías de la información y comunicación (TIC) para las que en muchos casos no está capacitada. En el caso de personas en edad de formación académica, transitan hacia una educación a distancia. En ambos casos, las personas intentarán la solución y adaptación a la nueva situación.
Si la persona dispone de recursos y medios de afrontamiento suficientes, enfrenta las nuevas situaciones y exigencias logrando superarlas y adaptándose. Logra la formulación de una nueva dinámica al interior de su domicilio y la consecución de las actividades necesarias para el cuidado de su hogar, nuevas formas de convivencia y el trabajo a distancia
Fase de recuperación de la “normalidad” ideal, se van reduciendo las medidas, esto nuevamente transforma la dinámica de vida adoptada, implica el regreso a las actividades laborales, educativas y sociales a pesar de las posibles afectaciones sufridas durante la emergencia.
En el trascurso de esta fase se puede encontrar dificultad para retomar no sólo las actividades sino los usos y costumbres de convivencia, ya que durante la emergencia la información difundida, alerta los riesgos de salir a la calle; de tener contacto físico (saludo de mano, abrazos, besos) y la asistencia a espacios concurridos, advertencias que se adhieren al sistema de creencias. En México aún no hemos llegado.
Fase de la “normalidad”: ya que se haya superado la amenaza inmediata, lo que tardará un tiempo hasta que se descubra la vacuna. Pero esa normalidad quizás ya no se parezca a la anterior a la amenaza. Pues el inicio y el final provisional se parecen por la incertidumbre que se genera, no saber cómo va a continuar. La fragilidad está incrustada en la mente, en el miedo. Quizás llegue otro virus más terrible.
Crisis
De Souza (2020) menciona que hay dos clases de crisis, una grave con letalidad rápida p. e. una pandemia como la actual y otra de progresión lenta como la crisis ecológica. Lo que concuerda con la anécdota de una rana que si se la pone en un caldero hirviendo salta y se salva pero si el caldero va calentándose poco a poco, la rana no nota el punto en que se abrasa sin poder saltar y muere.
Caplan citado por Poal, (1990) considera que una crisis acontece cuando una persona enfrenta un problema para el cual parece no tener una solución inmediata y que resulta insuperable a través de los métodos habituales para la resolución de problemas, ello provoca tensión y malestar, período durante el cual la personas hacen muchos intentos para solucionar el problema. Eventualmente, logra algún tipo de adaptación y/o equilibrio que puede dejar a la persona en una mejor o peor condición que antes de la crisis.
De acuerdo a esta definición existe una alta probabilidad de que las personas enfrenten una situación de crisis derivada de la circunstancia de emergencia y las medidas de contención, así como, de los riesgos e imprevisibilidad que la emergencia representa.
Caplan citado por Slaikeu (1996) Afirma que una vez que la crisis irrumpe, existen tres posibilidades de resolución: mejorar, empeorar o regresar a niveles previos de funcionamiento y que la resolución alcanzada tendrá implicaciones en el funcionamiento futuro del individuo.
Si fuera el caso de que la resolución se diera en alguna de las dos últimas direcciones, ello puede derivar en efectos peligrosos físicos y psicológicos, tales como trastornos emocionales y desequilibrio en la personalidad, incrementando con ello problemas de salud mental en el país, sin embargo, en muchos casos, si se da un tratamiento inmediato se impide que el mal evolucione hacia una desadaptación grave que puede llegar a ser una enfermedad seria y crónica (Bellak y Small, 1980).
Diversos factores van a influir en la forma de afrontar e incorporar las situaciones críticas. De acuerdo a Slaikeu (1988, citado en GEM, 2011), entre los factores que pueden definir el rumbo de la resolución de una crisis, se encuentran: a) La severidad del suceso precipitante: como la muerte de un ser querido, un accidente o catástrofe natural, así como una agresión. b) Los recursos personales para afrontarla: ya sean natos o adquiridos a través de las experiencias de vida y resiliencia, algunas personas están mejor dotadas que otras para enfrentar las tensiones de una crisis. c) Los recursos sociales presentes en el momento de crisis: tales como el nivel de apoyo social e interpersonal percibido por la víctima ya sean estos familiares, amigos, instituciones de apoyo social y por supuesto profesionales de la salud mental, que proporcionen apoyo y contención.
Aunque el objetivo principal de la intervención en crisis es ayudar a la persona a recobrar el nivel de funcionamiento presente en el momento anterior al suceso de crisis generalmente este tipo de intervenciones promueven niveles de funcionamiento superiores a la situación previa a la crisis (Bellak y Small, 1980).
El modelo de intervención en crisis de Slaikeu (1996) propone una revisión activa y comprensiva con el individuo, respecto de los sucesos que lo llevaron a la crisis y las acciones tomadas, con la finalidad de lograr el aprendizaje de conductas de evitación y enfrentamiento adecuadas ante nuevos problemas.
Sucesos precipitantes
Estos pueden ser: a) el distanciamiento físico y confinamiento, b) la demanda de cumplimiento de multiplicidad de roles en un mismo espacio y tiempo, c) las dificultades económicas, d) la amenaza del contagio del virus y sus consecuencias directas p. e. enfermedad y muerte y e) la muerte de un ser querido.
a) Distanciamiento físico y confinamiento
Entre los métodos para controlar la propagación de enfermedades infecciosas se encuentra la mal llamada distancia social o aislamiento social ya estos aluden a la situación objetiva de tener mínimos contactos (físicos y emocionales) con otras personas, bien sean familiares o amigos e influye decisivamente en la calidad de vida, pudiendo afectar, hábitos de vida saludables y aumentar el riesgo de sedentarismo, tabaquismo, consumo de alcohol, mala alimentación, así como la cantidad y calidad del sueño (Gené-Badia, 2016, en Camacho y Galán, 2015); sin embargo, en realidad la medida de contención invita a la distancia física que implica la limitación en el contacto con otras personas pero dentro de la cual se puede conservar el acercamiento emocional por diversos medios, siempre y cuando no impliquen el contacto físico cercano.
En cualesquiera de los casos mencionados la implicación es el confinamiento, que consiste en la permanencia forzosa en un lugar seguro (en este caso la casa) para evitar los riesgos procedentes del exterior (lema “Quédate en casa”).
El confinamiento afecta la privacidad, concebida esta, como el proceso dinámico por el cual las personas controlan el nivel de interacción social deseado y una condición de distancia selectiva, (Altman, 1975, citado por Camacho y Galán, 2015), muy poca privacidad, como en los casos el hacinamiento o demasiada privacidad, tal como en el caso del confinamiento, provoca insatisfacción y crea desequilibrios que pueden tener consecuencias serias sobre el propio bienestar, (Pedersen, citado por Camacho y Galán, 2015); además provoca un desgaste físico y psicológico en la búsqueda de adaptación.
Cuando no se dan las condiciones de privacidad por condiciones socioambientales, entonces pueden presentarse conductas negativas que generan tensión y/o estrés (Mercado, Ortega, Luna y Estrada, 1999, citados por Camacho y Galán, 2015).
Las consecuencias del confinamiento dependen de la cantidad de espacio a disposición, de factores de personalidad y de la calidad de las relaciones. En espacios muy reducidos la tensión e irritabilidad aumenta. Los factores de personalidad se reflejan en la capacidad de frustración que se tenga, en la destreza para estructurar el tiempo con actividades placenteras. La calidad de las relaciones se muestra en la comunicación y diversidad de acciones que puedan realizar juntos.
El aburrimiento, pues el tiempo se hace largo, la soledad, los conflictos, la ansiedad, depresión, abuso de substancias, violencia intrafamiliar aparecen ya sean desde la situación presente o que se reactiven del pasado.
b) Demanda de multiplicidad de roles en un mismo tiempo y espacio
La sugerencia de distanciamiento físico y la prohibición de reuniones grupales, así como la suspensión de actividades no esenciales, provocan la decisión de algunas instituciones de implementar el desarrollo de sus actividades a distancia y con el apoyo de las TIC. Ello provoca que se demande al individuo el cumplimiento de su rol laboral, en condiciones de infraestructura y ergonomía poco favorables, además con el intermedio del cumplimiento de otros múltiples roles, tales como el rol de esposa (o), madre o padre, jefe o jefa de familia.
El trabajo y la familia son dos esferas fundamentales en el desarrollo del ser humano, caracterizadas por ser interdependientes y complementarias entre sí. La influencia de cada una de ellas no se puede estudiar de forma aislada ya que ambos influyen sobre el otro (Debeljuh & Jáuregui, 2004; Jiménez y Moyano, 2008, citados por Riquelme, Rojas y Jiménez, 2012)
De acuerdo a las investigaciones en torno a la interacción trabajo-familia, al tener distintos roles se genera inevitablemente conflicto y estrés (Barnett, en Riquelme, Rojas y Jiménez, 2012). Este conflicto se ha definido como el resultado de las preocupaciones incompatibles derivadas de roles laborales y familiares (Greenhaus y Beutell, 1985, citado por Riquelme, Rojas y Jiménez, 2012), ya sea porque se dedica más tiempo a una de las dos esferas, o también porque las tensiones generadas en una de ellas afectan el comportamiento en la otra o porque los comportamientos en la esfera del trabajo son contrarios a los de la familia (Riquelme, Rojas y Jiménez, 2012).
Todo ello, además, en un mismo espacio, que será amplio o reducido en función de la situación socioeconómica de las familias, involucrando variables que acrecientan el riesgo de fracaso en la resolución de la situación.
c) Dificultades económicas
La suspensión de labores no esenciales, obliga a pequeños y grandes negocios a detener la producción de bienes y/o servicios, en algunos casos no excepcionales, con la consecuente terminación de la relación laboral con sus trabajadores.
Los propietarios de pequeños negocios también se ven obligados a cerrar sus puertas, derivando en fuertes pérdidas económicas que resultan en una crisis empresarial e individual.
Muchas personas no pueden quedarse en casa, pues tienen que salir a trabajar para obtener el sustento diario, otros no tienen casa donde quedarse.
A la crisis sanitaria con el colapso más o menos general de los servicios sanitarios se añade una crisis económica (Pérdida de empleo, aumento de desigualdad social, y de pobreza) igualmente grave a nivel global, nacional, comunitario, familiar e individual, que según algunos autores también puede acarrear la muerte en muchas personas. De aquí la dificultad que tienen muchos gobiernos en equilibrar las dos crisis dependiendo de cuál se considere más importante. La prisa por acelerar la reactivación económica puede repercutir en rebrotes peligrosos del contagio.
d) Amenaza de contagio.
Los riesgos de contagiarse con el COVID-19 son altos, más aún en personas mayores de 60 años, o con preexistencia de enfermedades crónicas o autoinmunes, por lo que las personas con esta condición deberán observar medidas más estrictas, sin embargo, el riesgo es latente en toda la población.
A medida que el tiempo trascurre la población es bombardeada con información que no necesariamente deriva de medios confiables, las redes sociales como Facebook, twitter, Instagram, inundan de imágenes y notas que en muchas ocasiones son falsas, sin embargo, los usuarios no siempre tienen conciencia de esa falsedad.
Es común que las personas estén más atentas a las reacciones físicas de su cuerpo, ante el menor de los síntomas, que además, pueden ser tan comunes como un dolor de garganta, ronda el pensamiento de resultar positivo al virus y se corre el riesgo de inclinarse hacia pensamientos continuos que pueden evolucionar hacia compulsivos y catastróficos, incluyendo pensamientos de muerte y culpa por el probable contagio a sus seres queridos, esto pasando por alto que el índice de mortandad de la enfermedad en México es del 9.2%, es decir, aún en los casos de que resulte un diagnóstico positivo las probabilidades de recuperación son muy altas.
e) Contagio
En caso de un diagnóstico positivo al COVID-19 las medidas para evitar el contagio de otros se extreman, por lo que la persona enferma deberá permanecer en estricta cuarentena, ya no sólo evitando contacto físico y los espacios concurridos al exterior, sino evitando el contacto con los seres queridos con quienes cohabita, aislándose en una habitación, esta situación desencadena el aumento de la preocupación por la evolución no favorable de la enfermedad y la posible muerte.
Además, en estos casos se vuelve necesaria la revisión y diagnóstico de las personas que han compartido la vivienda con la persona contagiada, con el consecuente incremento de la preocupación en cada uno de ellos por sí mismos y por su familiar enfermo.
También se corre el riesgo de caer en la situación opuesta en la que al ser los síntomas tan comunes se le dé poca importancia a la situación y no se acuda con las instancias médicas correspondientes, sino hasta que los síntomas son alarmantes tales como la dificultad respiratoria, que es indicador del avance hacia una condición de gravedad, disminuyendo las probabilidades de recuperación y aumentando el riesgo de deceso.
Cuando un paciente es recibido en las instituciones hospitalarias en tales condiciones, resulta altamente probable que se le asigne un espacio en áreas de terapia intensiva en las que comúnmente, no se permite el acceso a familiares y menos aún en casos de enfermedades de alto contagio como es el caso del COVID-19, incrementando así, el miedo, la angustia, incertidumbre y preocupación tanto en la persona enferma como en sus seres queridos.
Además de que, en caso del desenlace fatal también se le priva del bien morir, que implica la posibilidad de despedirse de sus seres queridos. Suelen impedirse los funerales, por lo que se dificulta el duelo.
f) Muerte de un ser querido
La muerte de un ser querido, cualquiera que sea el vínculo, es la experiencia más dolorosa por la que puede pasar una persona (Bucay, 2002); sin embargo, en la muerte por Covid-19 existe una alta probabilidad de acrecentamiento del dolor y complicación del duelo, proceso que incluye lograr la emancipación del difunto, reajuste al medio ambiente en el que falta el fallecido y la formación de nuevas relaciones (Lindemann, 1944, citado en Poal, 1990).
Entre algunos de los factores que intervienen en la intensidad del dolor frente a la muerte de un ser querido se encuentra la edad, pues es más lógica y esperada la muerte de una persona de avanzada edad que la de un niño; la relación o parentesco con el fallecido, calidad de la relación y la forma de fallecimiento; entre menos esperada y más prevenible sea una muerte, más difícil será el proceso de aceptación (Polo, s.f.).
Este proceso en muchas culturas, incluyendo la mexicana, comprende una serie de rituales que inician con la despedida del moribundo; una velación, que en muchas ocasiones incluye la presencia del cuerpo del fallecido; además de la sepultura; ceremonia a la que familiares y amigos acompañan a los dolientes. Sin embargo, la presencia del virus en el difunto, obliga a tomar medidas sanitarias muy estrictas con la finalidad de evitar más contagios, por lo que, en primera instancia la muerte muy probablemente acontecerá en un espacio aislado y con los familiares imposibilitados a presenciar los últimos momentos con vida de la persona. Además, la sugerencia es la cremación, razón por la cual, es muy probable que el ingreso al hospital sea la última ocasión en que los seres queridos vean al enfermo.
Las recomendaciones de distanciamiento físico, imposibilitan el acompañamiento de familiares y amigos al velorio y sepultura y en ocasiones, las medidas son tan extremas, que tampoco se permitirán estos rituales, incrementando con ello la probabilidad de dificultades en el proceso de duelo y la evolución crónica o patológica del mismo.
Cada uno de los escenarios citados es crítico e induce el incremento de malestar psicológico, aumento de tensión y estrés y por lo tanto, disminuyen las posibilidades de adecuada resolución de la crisis e incremento de las posibles afectaciones.
Población con mayor vulnerabilidad al impacto psicológico
Marin (2020) distingue entre la población con mayor vulnerabilidad psicológica y por lo tanto con apremiante necesidad de intervención a:
1) Personal sanitario en general, médicos, enfermeras, personal de limpieza en quienes la ansiedad aumenta por la falta de material adecuado para trabajar, las excesivas cargas de trabajo por COVID-19, las agresiones de que son víctimas al impedir a los familiares de enfermos el acceso a los enfermos, la separación voluntaria de sus familias con el propósito de no llevar el virus a sus casas y por supuesto derivado del contagio de la enfermedad o las altas probabilidades de ello.
2) Policías y personal de seguridad y sus familias, por la alta probabilidad de contagio y por la recurrencia de agresiones a manos de personas renuentes a acatar las disposiciones frente a la emergencia.
3) Las personas con preexistencia de trastornos mentales y abuso de sustancias quienes encuentran mayor dificultad para permanecer en confinamiento.
4) Adultos mayores que viven solos, algunos de los cuales al menos en el caso de Italia se resignan a ser contagiados y morir y/o omiten las medidas de autocuidado.
5) Personas que han sido víctimas de violencia doméstica antes de la epidemia, pues la incertidumbre económica, inestabilidad social y la cohabitación forzada incrementa la tensión y con ello los abusos domésticos, siendo la situación de aislamiento una de las características predominantes en los casos de este tipo de violencia.
6) Niños y adolescentes quienes ven obstaculizada su posibilidad de socialización y desahogo de energía tan necesarios en esta etapa.
7) Personas diagnosticadas como positivas al COVID-19 que experimentan mayor sensación de soledad, debido a la necesidad de permanecer en un espacio aislado de los familiares para evitar el contagio.
El estrés post traumático es un resultado general previsible después del estrés extraordinario y se refiere a los cambios abruptos que sufre una persona que ha estado expuesta, ha atestiguado o convivido con eventos adversos que han sobrepasado sus capacidades (Domínguez, Pennebaker y Olvera, 2012); sin embargo, la intervención durante y posterior a la crisis previene su aparición. Para una adecuada intervención, es imprescindible el diagnóstico que incluye la exploración de afecciones previas, así como de las reacciones consecuentes.
El modelo de intervención en crisis propuesto por Slaikeu (1996) plantea un perfil de valoración cuyo nombre alude a las iniciales de los niveles o ámbitos de afectación derivados de la situación de crisis que son: Conductual, Afectivo, Somático, Interpersonal y Cognoscitivo (C.A.S.I.C). El perfil de valoración C.A.S.I.C. permite la exploración sistematizada de las reacciones del individuo y por lo tanto la posibilidad de una adecuada intervención.
Posibles afectaciones
Conductuales
La situación de emergencia provoca en el ser humano la adopción de un estado de supervivencia y de manera natural inicia un proceso fisiológico de almacenamiento de grasa que pudiera ser requerida en caso de escasez, por ello durante el confinamiento y la crisis es probable el cambio en los hábitos alimenticios con tendencia al consumo de comida alta en calorías o con pobre contenido nutricional, así como el incremento en los tiempos y cantidades de comida ingerida.
El cambio en la estructura del tiempo y de actividades pudieran provocar el inicio o aumento de la ingesta de bebidas alcohólicas y/o estupefacientes. Así mismo, una de las respuestas al estrés es la disminución del apetito sexual al menos en las dos primeras fases de la emergencia ya que existen estudios en los que se ha demostrado que la libido aumenta en etapas posteriores a situaciones de desastres explicando el fenómeno como el aumento del instinto de preservación.
La preocupación por la situación, así como el cambio de rutina puede alterar los hábitos de sueño, el cambio en las actividades cotidianas así como la percepción alterada del trascurso del tiempo puede provocar dificultades para conciliar el sueño o prolongación en los tiempos de vigilia, durmiendo cada vez más tarde y por lo tanto despertándose también cada vez más entrada la mañana o bien, teniendo un sueño interrumpido o poco reparador.
Afectivas.
Son comunes las emociones de tristeza y enojo debidas a la imposibilidad de salir y de tener contacto físico con las personas al exterior y el cambio en la rutina o bien por la imposibilidad de disponer de espacios de soledad al interior del hogar; estas emociones pueden transitar hacia la angustia, la ansiedad o el pánico provocado por la percepción aumentada de amenaza y peligro de sí mismo y/o de sus seres queridos.
Algunas publicaciones sobre el brote epidémico de SARS en 2003 que afectó a más de 30 países (SARS-COV-1), del propio (COVID-19) y de algunos otros estudios sugieren que en la población sometida a cuarentena, las afecciones emocionales pueden ser 73% de bajo estado de ánimo y 53% de irritabilidad (Larroy et. al, 2020).
Los trastornos de ansiedad constituyen una importante problemática en situaciones de aislamiento propio de la cuarentena por epidemia. Prevalencia de miedo, ansiedad y nerviosismo que oscila entre el 7 y 20 % de la población en cuarentena y afectación en mayor medida a profesionales sanitarios, que puede verse agravada por la duración de la cuarentena, el acceso inadecuado a información y suministros, el aburrimiento y la frustración. Además, un 18% de la población podría estar experimentando síntomas depresivos significativos (Brooks, et al, citados por Larroy, et. al, 2020).
Somáticas
Es frecuente el aumento en la tensión muscular, cefaleas, malestares estomacales como gastritis, estreñimiento o diarrea y/o aparición o incremento de conductas estereotipadas. Además, la constante vinculación con la información referente a los síntomas de la enfermedad por COVID-19 puede provocar la presencia de los síntomas sin necesariamente estar contagiado.
Interpersonales
El confinamiento pone en evidencia las dificultades o fortalezas de los vínculos. El distanciamiento físico puede afectar las relaciones con amigos y familiares debido a la imposibilidad del contacto, provocando el distanciamiento emocional o la disolución del mismo. Las relaciones con los familiares con los que se comparte el domicilio, también se pueden ver afectadas ya que se la convivencia diaria se extiende a una cantidad de horas a las que no se estaba acostumbrado, lo que puede incrementar los diferencias y conflictos, sobre todo si estos conflictos se afrontan con tendencia a la agresión o introversión pues en estos casos existe mayor dificultad para la resolución con el consecuente incremento del estrés en las relaciones interpersonales y el riesgo de evolucionar hacia la violencia psicológica y/o física. Aumenta la violencia intrafamiliar, los divorcios.
Cognitivas
Una actitud de hiperalerta es común, estar endiente de cualquier sensación que pueda referirse a los síntomas o a conductas p. e. miedo a dar la mano a otros, mantener la distancia p. e. en las filas, hay que guardar distancia entre uno y otro. Al ir un día a la farmacia, me contaba un amigo que le señaló el gerente que había pisado la línea que separaba los clientes del mostrador. A su vez vio con asombro que el dependiente le daba las cajas de medicinas con las manos sin guantes. En la gasolinería también daba el receptáculo para llenar con las manos y las manos del dependiente se las recibía así como el dinero y el cambio. La sospecha le asaltó y al llegar a casa se puso a lavar las manos con prontitud y asiduidad.
La prolongada exposición a los medios de comunicación aumenta las posibilidades de consumir información falsa por lo que se corre mayor riesgo de distorsionar el significado real de enfermedad que si bien, es de alto contagio, su índice de mortalidad queda muy por debajo de otras enfermedades; así como, de desarrollar pensamientos compulsivos y catastróficos.
El confinamiento y la suspensión de labores no esenciales pone en pausa las actividades productivas y de servicios impactando de forma significativa la micro y macro economía, por lo que las personas pueden ver vulneradas sus expectativas y metas vitales; planes de vacaciones, adquisición de patrimonio y otros, se ven postergados si no es que suspendidos definitivamente, por lo que se puede desarrollar una percepción de afectación a las metas vitales.
Se corre el riesgo de fijación en pensamientos irracionales orientados al pasado (antes todo era mejor) o bien, la tendencia a permanecer en la ensoñación con pensamientos orientados al futuro (cuando esto termine), y un posible diálogo interno irracional en el que predomine la exigencia, la culpa, etc. En casos extremos puede haber delirios y alucinaciones así como ideación paranoide.
La situación también es propicia para la introspección y la reflexión y puede ser un momento para el cuestionamiento de la filosofía de vida y el reordenamiento de las prioridades resignificando el sentido de vida.
Sigales (2020) elabora un modelo de reacciones adaptadas y disfuncionales que van desde el miedo a la angustia y la ansiedad y otras reacciones clínicas así como un modelo de intervención.
Intervenciones
Entrar en el laberinto de la desadaptación es fácil, salir es más difícil.
La oportuna intervención redunda en prevención de mayores afectaciones a la salud mental, sin embargo, las condiciones y medidas adoptadas para mitigar la propagación del COVID-19, desafían las formas tradicionales de las intervenciones psicológicas cara a cara, motivo por el cual las intervenciones se proponen a distancia, con la intermediación de la tecnología (llamadas telefónicas o videollamadas), lo que implica consideraciones y recomendaciones éticas, tecnológicas, legales y formativas a tener en cuenta para la adecuada implementación y garantía del beneficio de las intervenciones (Larroy, Estupiña, Fernández y Hervás, 2020).
Psicólogos sin Fronteras México (PSFMX) en coordinación con el grupo de Intervención en Crisis, implementó la Brigada de Atención Psicoemocional y Psicosocial a Distancia Durante la Epidemia por COVID- 19, para brindar apoyo vía telefónica.
Mediante convocatoria dirigida a la Red de PSFMX y a profesionales de la psicología con cédula profesional y experiencia en la atención psicoterapéutica, se conformó un equipo voluntario de atención psicoemocional y psicosocial durante la epidemia por COVID-19.
Considerando las características particulares de la epidemia y de las condiciones para brindar la intervención en crisis derivadas de las recomendaciones de distancia social durante la epidemia, el equipo de alrededor de 109 voluntarios, fue capacitado con el Taller Emergente de Atención Psicoemocional a Distancia, que comprendió, la conceptualización y desarrollo de habilidades para la atención psicológica y la intervención en crisis vía telefónica, así como, habilidades para la orientación a familias, violencia de género, impacto económico y social de la epidemia y la información actualizada en la evolución del COVID-19.
La brigada se organizó en cinco funciones principales: responsables de capacitación, responsables de logística por turno y supervisores clínicos; operadores de primer contacto y operadores para la intervención en crisis.
A partir del 12 de abril de 2020 la intervención en crisis, vía telefónica, se brindó en un horario que comprendió los siete días de la semana durante 12 horas continuas, distribuyendo al equipo en 4 turnos de tres horas cada uno; esto con la finalidad de evitar el desgaste de los operadores; no obstante, los supervisores clínicos, además de la supervisión y seguimiento a los casos atendidos, brindan tiempo de preparación y descarga emocional a los operadores.
Un día posterior al arranque de los servicios brindados por la Brigada de Atención Psicoemocional y Psicosocial a Distancia Durante la Epidemia por COVID- 19, 30 personas habían solicitado servicio, a partir de ese momento y hasta la publicación de este documento se atienden un promedio de 10 llamadas diarias.
A un mes de implementados los servicios de Atención Psicoemocional y Psicosocial a Distancia, se habían atendido un aproximado de 350 llamadas, de las cuales un 75% llamaron manifestando crisis de ansiedad, 20% solicitó informes y 5% fueron llamadas de urgencias, tales como, intento de suicida. Además, se observó prevalencia del sexo femenino en las llamadas.
Los objetivos de las intervenciones de la brigada son: identificar detonadores de la crisis, brindar los primeros auxilios psicológicos y/o la intervención en crisis, facilitar la ventilación emocional de las personas, proporcionar contención, identificar y ampliar las redes de apoyo y en caso de que la emergencia lo requiera, canalizar a las instancias correspondientes para su atención o seguimiento.
Conclusiones
Las consecuencias de la pandemia trajeron algunas sorpresas. Las rutinas se rompieron, así mismo la monotonía.
Se cree que el dulce hogar es el refugio de las adversidades pero el estar tan juntos mucho tiempo trae también irritabilidad, desacuerdos, peleas, la violencia intrafamiliar y sexual aumentan. También se necesita el estar fuera de la casa.
El cuerpo es algo preciado que uno tiene, de repente el tocarse la cara, lo que uno hace con mucha frecuencia, no es adecuado. El saludarse de mano, el acercarse a otros tampoco es conveniente. Tiene uno que cambiar la forma de relación con uno mismo y con los demás.
Se tiende a confiar en las capacidades de los gobiernos pero a veces la desconfianza impera, no dan resultados exactos, se guardan cifras. En México los narcos cambian de tácticas y se hacen protectores de la comunidad ayudando donde el Estado falla (García, 2020). Buscaglia (2020) habla de un estado paralelo.
Para colmo un equipo bien informado y con buenas intenciones nos proporcionan un documento desde la bioética (dicen que es objetivo, no discriminativo) para decidir a quién se entregan los recursos escasos, es decir en caso de recursos mínimos, a quién se le deben otorgar y por consecuencia a quién se les niega (Consejo de Salubridad General, 2020).
Los mecanismos de defensa, hasta la negación y resistencia al cambio, pueden aparecer negando el diagnóstico, lo que refleja la actitud que a uno no le pude hacer nada ese bicho. Algunos niegan también la realidad de la pandemia y lo atribuyen a un bulo político. También lo contrario, aparece el fatalismo de los que ya casi esperan la muerte “todos nos vamos a morir”.
El ser humano es un ser bio-psico-social, en consecuencia, la pandemia implica no sólo la posibilidad de contraer una enfermedad infectocontagiosa, sino que además existe un sin número de factores y condiciones que repercuten el ámbito psicológico y social; por lo tanto, los esfuerzos y estrategias han de tener en cuenta medidas para el cuidado integral de la salud que comprendan la prevención, tratamiento y recuperación.
En este sentido ha de reconocerse que las condiciones presupuestales y de infraestructura, sobre todo en países de bajos ingresos como es el caso de México son en gran medida desfavorables, por lo que es poca la organización para el despliegue de atención psicológica en general y durante la emergencia, esto propicia la actuación reactiva de autoridades y de la sociedad en general, no sólo en las implementación de estrategias de intervención en crisis, sino además, en medidas de prevención, tratamiento y recuperación del impacto psicológico y social que se pronostica derive de la actual situación de emergencia.
La mejor intervención es la prevención, así que los esfuerzos dirigidos a atender la crisis psicoemocional y psicosocial durante la emergencia redundarán en la disminución de trastornos mentales consecuentes.
Sin embargo como estrategia para contrarrestar las deficiencias para la atención de estos aspectos en el país, resulta importante la documentación y revisión constante de las experiencias en las prácticas que en el transcurso de la emergencia se implementan desde el sector público, privado y social que contribuya a la investigación sistematizada de la situación permitiendo con ello la comprensión profunda del fenómeno y sus implicaciones en la salud mental y social, además de facilitar el diseño de estrategias para la preparación y respuesta a situaciones similares en un futuro y abonando a los aspectos fundamentales para la adecuada formación de los profesionales que han de responder ante tales circunstancias.
En México se requiere la asignación de recursos para la atención a la salud mental que propicie el desarrollo de escenarios idóneos para responder a situaciones de emergencia como la que se vive actualmente.
Es imperante el desarrollo de una cultura que favorezca la comprensión de la importancia que la salud mental representa en la salud integral de los mexicanos y por lo tanto la promoción y normalización de la solicitud de servicios en este ámbito, así como el diseño de programas de psicoeducación que posibiliten la comprensión de las respuestas normales ante situaciones anormales y el aumento de recursos para afrontar realidades de emergencia.
Sin lugar a dudas la inversión en recursos y esfuerzos servicios de salud mental, puede generar innumerables beneficios en la reducción de enfermedades mentales y el sin fin de consecuencias que ello conlleva.
La pandemia también acarrea resultados positivos, reflexiones para repensar los modelos económicos y sanitarios. La solidaridad reaparece. La resiliencia nos hace más fuertes.
La mirada al futuro próximo se conecta con la perspectiva inicial a la espera del virus, con las características de incertidumbre, temor, no vuelta a la normalidad soñada, que quizás no volverá o no tan pronto como uno desearía.
¿Hemos aprendido algo?, ¿nuevos valores?, ¿otras prioridades?, ¿no olvidaremos todo como un mal sueño, una pesadilla que desaparece al despertar?
Nos consuela que en la caja de Pandora de la que han salido muchos males queda la Esperanza.
Referencias
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Envío a dictamen: 5 de mayo del 2020
Aceptación: 8 de junio del 2010
Autores
José Antonio Vírseda-Heras
Doctor en Filosofía (Psicología y Pedagogía) por la Universidad de Salzburgo, Austria. Vicepresidente de Psicólogos Sin Fronteras. Editor general de la Revista Psicología Sin Fronteras. Profesor de la Facultad de Ciencias de la Conducta de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Correspondencia: virseda@prodigy.net.mx
Imelda Zaribel Orozco-Rodríguez
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma del Estado de México, Docente y Coordinadora de Tutoría en la Facultad de Ciencias de la Conducta de la Universidad Autónoma del Estado de México. Miembro de la Mesa Directiva de Psicólogos sin Fronteras México.
Correspondencia: zaribelo@gmail.com
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