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No.3 Vol.2 | EL LOGRO DE IDENTIDAD: DISPOSITIVOS Y PROCESOS

EL LOGRO DE IDENTIDAD: DISPOSITIVOS Y PROCESOS

The achievement of identity: Devices and processes

M. Elizabeth Zanatta Colín & Aída Mercado Maya


Resumen:

El presente capitulo expone algunas recomendaciones respecto a dispositivos y procesos que, sustentados en teorías e investigaciones antecedentes, coadyuvan a la construcción de una identidad genuina y asumida. Para lograr la finalidad antes citada, se estructura el artículo en los siguientes apartados: la conceptualización de la identidad desde la psicología humanista- culturalista, y del interaccionismo simbólico, la importancia del logro de una identidad genuina, dispositivos que favorecen y obstaculizan la construcción de la identidad. Por último, los tipos de procesos y dispositivos que permitan una intervención pertinente para favorecer el logro de la identidad.

Palabras clave: Identidad, dispositivos, proceso, intervención.

Abstract:

This chapter presents some recommendations regarding devices and processes that, based on theories and background research, contribute to the construction of a genuine and assumed identity. To achieve the aforementioned purpose, the article is structured in the following sections: the conceptualization of identity from humanistic-culturalist psychology, and symbolic interactionism, the importance of achieving a genuine identity, devices that favor and hinder the construction of the identity. Finally, the types of processes and devices that allow a relevant intervention to favor the achievement of identity.

Keywords: Identity, devices, process, intervention.

Las posturas teóricas de la identidad

El desarrollo de sujetos que sean genuinos en su ser y en su relación con la sociedad, con la capacidad de experimentar bienestar y satisfacción consigo mismo y con la vida, es una de las tareas evolutivas más importantes. La identidad, como una forma de experimentarse a sí mismo y relacionarse con los demás es una pieza clave que permite a las personas hacer frente a los conflictos y adversidades de la vida.

La construcción de la identidad es explicada a través de diferentes disciplinas: la corriente humanista-culturalista del psicoanálisis, considera a la identidad como parte de un proceso evolutivo de la persona en vinculación consigo mismo y con lo social; desde el enfoque social, la identidad es producto de un proceso condicionado por los dispositivos sociales. Una de las teorías sociales, el interaccionismo simbólico, considera a la identidad como producto de las representaciones sociopersonales que se construyen en un proceso de interacción social. Se abordan algunos de los postulados de la teoría social, en forma breve, a fin de brindar premisas complementarias de los factores que explican la construcción de la identidad.

La identidad como tarea evolutiva

Erikson (1965) un teórico evolucionista, autor de la teoría epigenética consideró que cada etapa de la vida requería de la resolución de un problema cuya finalidad es alcanzar una tarea evolutiva. Por tanto, el desarrollo del ser humano se constituye en un continuo de tendencias dicotómicas que van de lograr a fracasar en las tareas evolutiva de cada estadio. Erikson, planteó que la adolescencia es la fase central para el logro de la identidad. La construcción del logro de identidad da cuenta del éxito logrado a través de las anteriores etapas. Dicha consideración otorga una cualidad acumulativa a los procesos alcanzados durante el desarrollo.

Las fases que propone el autor, para el desarrollo de la identidad, van de: la difusión de la identidad, la demora en el proceso de identidad, la identidad de compromiso y el logro de identidad. La persistencia en alguna de las fases de este proceso conduce a que la identidad se estabilice en ese período. En esta premisa se observa la aceptación del concepto psicoanalítico de la fijación y la consecuente organización del carácter a la etapa donde se originó la fijación.

Larrain (2001) planteó que dicha fijación conduce a la construcción de estilos identitarios demarcados por la etapa de desarrollo en que se produjo la detención. De esta manera propone cuatro estilos identitarios: difuso, de demora, de compromiso y de logro. Los tres primeros, representan el fracaso el alcanzar la tarea evolutiva de la adolescencia, únicamente el cuarto representa el éxito en resolver la problemática de esta etapa. No obstante podemos observar que se ubican en dos tendencias.

En el extremo del polo negativo para lograr la tarea evolutiva de la adolescencia, se encuentra la identidad difusa que se caracterizase por la constante contradicción que siente el sujeto respecto a sus pensamientos y sus acciones, el sentimiento de que su cuerpo no le pertenece, hacer actividades que no concuerdan con sus ideales, pensar que otros creen que es inmaduro o conflictivo, cambiar constantemente de intereses y planes. La identidad de demora, es también parte del polo negativo, por mostrar metas inconclusas, sentirse como otra persona, y sentirse extraño en un ambiente familiar.

En la tendencia positiva en el proceso de construcción de un sentido de sí mismo y de una posición ante la vida, encontramos la identidad de compromiso, pero aun cuando la conciencia de sí, es sólida y consistente, ésta se ha conformado desde una visión asimilada del grupo social. Este tipo de estilo identitario muestra la importancia que tiene para el sujeto aceptar irreflexivamente la ideología de los pares y personas significativas, por lo que sigue al pie de la letra las reglas establecidas que le presentan, basa sus ideas en las ideas del grupo, es fiel a las normas y hace suyas las características de las personas con las que se identifica. Los jóvenes que han desarrollado una identidad de compromiso dan cuenta de un proceso identificatorío que ha permitido la asimilación, pero no la diferenciación de las cogniciones, valores y disposiciones que ha internalizado.

En el extremo del polo positivo de la tarea evolutiva de la adolescencia, se encuentra la identidad de logro que demuestra la capacidad que tiene el sujeto para lograr metas, tener seguridad respecto a sus ideas, creencias, tiene sentido de vida, conocimiento de lo que es, ca­pacidad de disfrutar, capacidad para explorar el medio social, y sensación de poseer una identidad propia. Las personas que poseen una identidad de logro no solo muestran consistencia en las cogniciones y disposiciones internalizadas, más aún han logrado resignificarlas a través de un proceso reflexivo que ha permitido darles una cualidad genuina y diferenciada.

Importancia del logro de identidad

Eric Erikson es uno de los especialistas más destacados en la historia del estudio del desarrollo adolescente. Como se ha señalado Erikson (1972) parte de la premisa de que cada etapa de la vida tiene un problema central. En la adolescencia el problema central es la identidad frente a la confusión de la identidad. En esta etapa, el camino saludable establece un sentido claro y firme de quién es uno y qué lugar ocupa en el mundo. El camino menos saludable es la confusión de la identidad, que es la incapacidad de formar una identidad estable y segura.

La formación de la identidad exige reflexionar cuáles son los rasgos, habilidades e intereses de la persona, examinar con cuidado las creencias y posiciones ante la vida, elegir un proyecto y estilo de vida disponible en su cultura, probar varias posibilidades y al final apropiarse de una ideología propia y comprometerse. En opinión de Erikson, la incapacidad de comprometerse en estos ámbitos al final de la adolescencia refleja una confusión de la identidad (Jensen, 2008, p.175-176).

Erikson (1965) partió de la premisa de que una personalidad sana, madura, alcanza la felicidad personal y la efectividad social conservando una posición bien definida hacia el extremo positivo continuo en cada dimensión del desarrollo. Los adolescentes que presentan una tendencia firme hacia el logro de identidad, tendrán la capacidad de relacionarse con los otros de una manera madura y sana, propiciando dichos elementos dentro de su sociedad. Gasca (2000) establece que los rasgos que caracterizan a una personalidad sana y madura, también favorecen el compromiso social y la ciudadanía responsable.

La importancia de la identidad para la constitución del sujeto es que determina el bienestar y estado de satisfacción del sujeto. En estudios antecedentes se encontró que el estilo identitario logro de identidad correlaciona positivamente con la satisfacción de vida y los afectos positivos. Como dice Escobar, et. Al. (2012) cuando se alcanza el logro de identidad: se posee la autoestima y el autoconocimiento que dota de sentido a la vida y que permite disfrutar más de ésta.

La identidad de logro se asocia a indicadores de salud mental positiva, afirma Ortiz (2011) porque al existir una identidad propia, proveniente de la reflexión y la experiencia, que capacita al individuo para orientarse en la búsqueda de sus objetivos: el individuo puede experimentar mayor energía que fluye en torno a la realización y mayor nivel de afectos positivos y, en congruencia, menor afectividad negativa (Carr, 2007). Cuando el individuo se conoce así mismo, sabe quién es, cómo es y para qué es, está más motivado para alcanzar sus metas.

La explicación de que la identidad de logro se asocie a indicadores de salud mental positiva radica en la presencia de estilos de afrontamiento saludable. Veehoven (1994) reportaron que las personas que han logrado construir una identidad genuina y mantener una autonomía, muestran capacidad para de afrontar problemas en forma asertiva por poseer características psicológicas positivas que les permiten el control interno de su ser y experimentar mayor satisfacción con la vida. En consistencia Delors (1996) señala que fomentar el aprender a ser, favorece el desarrollo saludable de la personalidad.

Dispositivos que favorecen la construcción de la identidad de logro

La identidad se construye en un proceso de identificación con las personas significativas a lo largo de la vida. Esta identificación permite la asimilación de las dimensiones cognitivas, afectos, valores y disposiciones acerca de nosotros mismos, de los otros y de la vida. Para lograr la identidad genuina se requiere de procesos de reflexión, re-significación y diferenciación de lo asimilado. Dicho proceso de diferenciación y resignificación es característico de la etapa de la adolescencia, pero permanece a lo largo de la vida. La identidad se construye en dispositivos y procesos de interacción social. En especial, el tipo de dispositivo familiar y los vínculos primarios establecidos en la familia son la base para la conformación de la identidad.

En investigaciones antecedentes se comprobó que los tipos de funcionamiento familiar y los estilos paternos suelen asociarse a la construcción de determinados estilos identitarios. Esto es, la identidad de logro es favorecida por un funcionamiento familiar funcional caracterizado por: comunicación, involucramiento afectivo, padres que se interesan y valoran las actividades del joven, comunicación respecto a sus problemáticas y sobre los aspectos de sobrevivencia diaria (González y Zanatta, 2012). En congruencia Marcia (en Harter, 1997) propone, desde la teoría del apego, el establecimiento de un lazo afectivo seguro que permita explorar, así como desarrollar un sentido de sí-mismo, favoreciendo el proceso de individuación y realización de la identidad.

Es necesario que desde la estructura familiar se proporcione a los adolescentes, las herramientas necesarias para construir una identidad de logro, a través de un funcionamiento adecuado caracterizado por: involucramiento afectivo, comunicación funcional, un estilo de autoridad razonable y flexible que sirva de directriz al comportamiento y les permita relacionarse sanamente con los otros e influir activamente de esta manera en la sociedad.

El funcionamiento familiar, el tipo de estructura y los estilos paternos de crianza son factores fundamentales para la configuración del tipo de dispositivo familiar. Un dispositivo familiar comunicativo y funcional favorece la estabilidad emocional de los hijos y la seguridad para mostrar en forma consistente su posición ideológica. Este tipo de familias se caracterizan por su capacidad para negociar y resolver conflictos que les permiten ser consistentes en los estilos de crianza, en el ejercicio de la autoridad paterna y en los establecimientos de la disciplina y los límites. Las familias funcionales pueden tener algunos problemas no resueltos, pero éstos no tienen la intensidad y duración suficientes para crear mayores dificultades (Atril y Zetune, 2006).

En congruencia, los adolescentes con identidad de logro, perciben como razonables los patrones de control de conducta que adoptan sus familias, con posibilidad de negociación y cambio. Atril y Zetune (2006), refieren éstas características a un estilo más efectivo de control flexible de conducta. Dichos patrones, deben combinarse con un mayor énfasis en mostrar un interés genuino por todos los integrantes de la familia, así como procurar una buena comunicación. Cooper y Grotevant (en Harter, 1997), indican que la formación de la identidad se facilita por relaciones familiares individuales caracterizadas por un equilibrio entre la separación que favorece la seguridad para desarrollar un punto de vista propio, y el brindar soporte e intimidad que brinda una base segura para explorar opciones fuera de la familia.

En resumen, cuando el dispositivo familiar sirve de base segura, desde la cual los adolescentes pueden salir con confianza a interactuar en el mundo, aumenta la probabilidad de desarrollar una identidad genuina. Los adolescentes que se sienten unidos a sus padres pero que son libres de decir sus opiniones, suelen alcanzar el logro de la identidad y una autonomía satisfactoria. González y Zanatta (2012) en su investigación sobre el funcionamiento familiar y los estilos identitarios, reportaron que los factores familiares: involucramiento afectivo, comunicación funcional y patrones flexibles de control de conducta, favorecen el establecimiento de la identidad de logro en los adolescentes.

El tipo de rol de la madre es indispensable para el logro de la identidad genuina. En estudios antecedentes, Gonzáles y Zanatta (2012), reportaron que el estilo identitario de logro de los adolescentes se asoció en forma significativas y con dirección positiva con las dimensiones: comunicación materna (comunicación que existente entre la madre y el adolescente), autonomía materna (el respeto que muestra la madre en las decisiones que toma el hijo) y control conductual materno (conocimiento que tienen la madre y el hijo sobre sus actividades). En dicha investigación se reporta que la presencia de comunicación materna, autonomía materna y control conductual materno favorece la identidad de logro en los adolescentes, aun cuando no sea funcional la relación con el padre. La intervención positiva de la madre impulsa la capacidad que tiene el sujeto para lograr metas, tener seguridad respecto a sus ideas, creencias, tener sentido de vida, conocimiento de lo que es, ca­pacidad de disfrutar lo que es, capacidad para explorar el medio social, y sensación de poseer una identidad propia o identidad de logro.

Con respecto a los estilos paternos de crianza, se afirma que el desarrollo de la identidad de logro se favorece por padres que realizan un estilo de crianza caracterizado por un andamiaje, estos es, dan un apoyo congruente a las necesidades del menor, pero le permiten tomar decisiones acordes a su edad y madurez. Lamborn y Steinberg (1993) mencionan que los padres democráticos contribuyen a un mejor desarrollo psicosocial durante la adolescencia porque son capaces de relajar su control — para ajustarse a la creciente capacidad del adolescente y a sus deseos de tomar decisiones de forma independiente— mientras siguen ofreciendo una orientación firme, muestran cariño y aceptación. En contraste, los padres que controlan con exceso o que no muestran interés por sus hijos y no permiten al adolescente establecer su independencia emocional. Los adolescentes con padres democráticos pueden lograr la independencia dentro del contexto de un clima familiar que ofrece un mayor apoyo (González, 2005, p. 189-190).

Steinberg (1994) refiere que cuando los padres son permisivos, cariñosos y no exigentes, apenas intervienen en las decisiones de sus hijos; los hijos tienen libertad sin limitaciones impuestas, pero apenas logran una gran autonomía y probablemente carecerán de confianza y tendrán bajo nivel de rendimiento. Cuando los padres marcan los límites pero también son cariñosos y se comunican con sus hijos, éstos son los que tienen más posibilidades de lograr mayor autoestima, ser más autónomos, rendir mejor en las clases y presentar menos problemas de conducta.

Para lograr consolidar una identidad genuina y reivindicada se requiere además del dispositivo familiar comunicativo y funcional, un dispositivo social cuyo entramado presente líneas de fuga para hacer posible procesos de subjetivación de los sujetos. Un dispositivo demasiado estricto y cuyo entramado es rigido y cerrado no permite la reflexión, no da espacios de autonomía y libertad. Por tanto este tipo de dispositivo conduce a conformase en identidades signadas que responden a estereotipos.

Dispositivos que dificultan la construcción de la identidad

En los apartados anteriores se ha expuesto que un dispositivo familiar, configurado por el tipo de funcionamiento familiar y los estilos paternos en las prácticas de crianza de los padres, pueden potenciar o dificultar la individualización, la autonomía, la identidad, la confianza de sí mismo de los adolescentes. La familia, vista como un sistema (Boceta y Villegas, 2007), es la encargada de favorecer el desarrollo de una identidad sólida. Este desarrollo se vuelve fundamental en la adolescencia, período de constantes cambios a los que se agregan las dificultades sociales. En este apartado se muestran los tipos de dispositivos familiares asociados al fracaso en la construcción de una identidad sólida y genuina.

Un dispositivo familiar disfuncional, no comunicativo y con control conductual rígido e inestable se asoció a la construcción de una identidad difusa. Dicho dispositivo se caracteriza por imposición materna y paterna que refleja el grado en que los padres imponen sus creencias y conductas al hijo, así como el control psicológico materno y paterno caracterizado por inducción de culpa, devaluación y críticas excesivas al adolescente. La ausencia de respeto que muestra la madre en las decisiones que toma el hijo, un control conductual rígido, pero inestable y la ausencia de comunicación de la madre, fueron las apreciaciones que reportaron los adolescentes con identidad difusa.

Los riesgos de un control inestable, lo explica Gonzalez (2005), la falta de consistencia en el estilo de autoridad o unos padres demasiados liberales derrumban por sí mismo el futuro familiar. Lo mismo ocurre con padres severos que también rompen la estructura familiar al hacer poco menos que imposible la convivencia entre los miembros del hogar.

Gonzalez y Zanatta (2012) refieren que los jóvenes con identidad difusa muestran los niveles más bajos de comunicación abierta y cálida en su hogar familiar. En concordancia, Marcia establece que puede observarse más frecuentemente la difusión de la identidad en los individuos que se sienten aislados de sus padres (en Harter, 1997). Asimismo, Erikson (1965) refiere que la confusión de roles en el adolescente suele darse porque no hay apoyo de los otros significativos para visualizarse como productivo en los diferentes ámbitos, a lo que puede sobrevenir una crisis de identidad o una identidad negativa.

Un dispositivo familiar comunicativo, pero rígido e impositivo fue reportado por adolescentes con identidad de demora. Los adolescentes que presentan los estilos identitarios de demora y de compromiso tienen mayor influencia de una figura paterna rígida e impositiva. Aspectos familiares negativos a nivel afectivo, como designar a un miembro de la familia como el receptor de éstos o una marcada dificultad en la expresión de sus sentimientos (Atril y Zetune, 2006), lleva a los adolescentes a ser inseguros de sí mismos, a sentirse incapaces de explorar su entorno y comprometerse, a no tener objetivos claros y a posponer su actuación en el medio (Larraín, 2001). Los jóvenes que asumen una identidad de demora no son capaces de tener una actitud proactiva que los oriente a la consecución de satisfacciones por medio de sus actos.

Un dispositivo comunicativo, con autoridad razonable, pero impositivo fue reportado por los adolescentes con identidad de compromiso. Estos jóvenes apreciaron tener vínculos cercanos con sus padres, pero sin oportunidad de separación saludable de ellos. La identificación excesiva con los padres les permite asimilar sus creencias y valores, pero no le permite diferenciarse, ni re-significar las ideología incorporada. Gonzalez y Zanatta (2012) mencionan que los adolescentes con identidad de compromiso, generalmente tienen vínculos cercanos con sus padres, pero no tienen oportunidades de separación saludable de ellos. Esta disposición de los adolescentes para con su núcleo familiar es una práctica que se generaliza a los ámbitos sociales. Esta disposición para asimilarse en el grupo, para ser aceptado, representa un gran riesgo en la juventud por ser proclive a la aceptación de antivalores en relaciones presenciales o virtuales.

Desde la teoría social de la identidad, se puede inferir la premisa de un dispositivo condicionante y desacreditar por medio de estereotipos que promoverán identidades deterioradas. Según Goffman (1963) la identidad social se ve influida por los estereotipos de la sociedad en la que una persona se ve inmersa. El asumirse en un estereotipo desacreditador conduce a la construcción de una identidad deteriorada y estigmatizada. Este tipo de dispositivo social favorecerá identidades de compromiso que se apropian de los valores y principios del grupo sin tener una actitud crítica y reflexiva. Un contexto social que no les permite desenvolver su personalidad y su identidad.

Propuesta de intervención

A lo largo del presente artículo, se ha presentado cualidades que debe reunir un dispositivo familiar y social para favorecer el logro de identidad. En este apartado se indican algunos procesos para intervenir en personas con identidades en la tendencia del polo negativo para lograr dicha tarea evolutiva. La teoría psicoanalítica indica que la identidad es un reflejo de la fortaleza o debilidad del yo. La construcción de la identidad es una función del yo, por tanto sus cualidades dependerán de las capacidades yoícas. Con sustento en esta premisa se puede afirmar que la terapia para fortalecer al yo, favorece la construcción de un estilo identitario saludable. No obstante, para favorecer este tipo de estilo identitario no sólo se debe intervenir en procesos individuales, también se debe atender procesos de socialización.

La terapia del yo para favorecer los recursos yoícos remonta a fortalecer capacidades de: evaluación de la realidad, juicio crítico, regulación y manejo de emociones, sentido del mundo y de símismo, autoestima, procesos de individuación, percepción de imagen corporal estable, limites yoícos, habilidades de comunicación y de relación social, percepción objetiva de su interacción social, capacidad de resolver problemas y para la autonomía, percepción de competencia personal. La intervención terapéutica se centra en la relación terapeuta- paciente y en la comunicación analítica que permite reflexionar, confrontar, interpretar para lograr insight y movilizar los recursos propios para una adaptación funcional. Por otra parte, la identificación con el terapeuta permite la internalización de identificaciones estables y saludables que remplazarán identificaciones inestables y no funcionales.

Las posiciones humanistas para favorecer la construcción: de la identidad descansan en una máxima de la filosofía griega inscrita en el oráculo de Delfos: “Conócete a Ti mismo”. Los procesos de desarrollo personal se centran en el autoconocimiento y en favorecer la aceptación de sus cualidades psíquicas, corporales y sociales. El proceso de individuación requiere de replantearse creencias y elecciones previas, su filosofía y proyecto de vida, integrar una percepción acabada (Gestalt) de lo asimilado en los procesos identificatoríos por medio de la reflexión y resignificación de lo introyectado. Para Erikson la identidad representa una Gestalt, mientras que los introyectos no significados y diferenciados reflejan un Collage que conlleva a identidades fragementadas. Al favorecer el conocimiento y aceptación de sí, se genera una mayor seguridad para el juicio crítico y para defender la propia ideología.

El soporte creado por las capacidades personales, promueven el proceso de individuación de vínculos primarios y el desarrollo de vínculos secundarios que se caracterizan por relaciones maduras sustentadas en el conocimiento, cuidado, respeto y apoyo mutuo. La identidad es referida al sentido de mismidad, pero también al de ipseidad que da cuenta del carácter reflexivo en la construcción de un sentido de sí. Favorecer el proceso reflexivo para lograr la diferenciación de lo introyectado e instaurar mediante apropiación, lo significado; son factores claves para lograr la autonomía y la libertad que son características de la identidad genuina. Construir una identidad propia y dotar de sentido a la vida, son aspectos que se encuentran en constante relación y que les permitirán sentirse satisfechos consigo mismos.

La intervención en jóvenes menores de edad, requiere de la orientación familiar para crear un dispositivo familiar funcional. El establecimiento de vínculos de apego o involucramiento afectivo que le permita reconocerse, aceptarse y valorarse; la comunicación asertiva; el desarrollo de un estilo de autoridad razonable y flexible, pero consistente; un estilo de crianza paterno de tipo democrático que otorgue soporte por medio de un andamiaje pertienente a las necesidades y capacidades de los jóvenes; resultan factores claves para el logro de la identidad genuina.

A inicios de este siglo, Delors realizó una propuesta que denominó los pilares de la educación. Dentro de ellos el aprender a ser y aprender a convivir se constituyeron en los más innovadores para el sistema escolar que se orientaba al desarrollo de capacidades cognitivas y procedimentales. Para lograr dichos pilares se fomentó la formación integral para atender el sentido de responsabilidad social que deviene del aprehender a vivir juntos y del logro de una autentica identidad, que les permita aprovechar sus experiencias en las diferentes esferas de la vida en pro de la propia comunidad.

El educar en el aprender a ser, desde un enfoque de logro de identidad, requiere del desarrollo de habilidades sociales para aprender a vivir juntos, la capacidad de conocerse a sí mismo, vivir con los demás, trabajar en equipo, poseer libertad de pensamiento, de juicio, de sentimientos y de imaginación que necesitan para que sus talentos alcancen la plenitud y seguir siendo artífices, en medida de lo posible de su destino, señaló Delors (1996). Se han desarrollado programas de educación desde la infancia temprana, para desarrollar dichas finalidades educativas (Barba, 2015). Las actividades se dirigen a desarrollar capacidades de: conciencia y regulación emocional, autoestima, habilidades sociales y para la vida. Las capacidades descritas favorecen la construcción de la identidad, pero la identidad genuina requiere de la conciencia crítica.

Formar el sentido crítico de los jóvenes es una tarea fundamental de la educación en los diferentes ámbitos de formación. También se requiere de desarrollar capacidades para ser asertivos, con actitud prosocial, comprometidos y motivados al desempeño. Se recomienda, tal como señala Faure (en Delors, 1996) no dejar sin explorar ninguna de las características positivas que, como tesoros, se encuentran encerrados en el fondo de cada ser humano. El desarrollo de las capacidades citadas favorecerán la consolidación del logro de identidad, y por tanto la felicidad y la satisfacción vida.

El enfoque social también apela al sentido de conciencia de las disposiciones sociales que generan estereotipos que condicionan una identidad signada. El favorecer el juicio crítico y reflexivo permitirá estrategias de reivindicación para lograr identidades emancipadas y libertarias. Al respecto Delors (1996) señala que la educación no puede resolver por sí sola los problemas que plantean los vínculos sociales. De ella cabe esperar, no obstante, que contribuya al juicio crítico para no ser vulnerables a su condicionamiento y el desarrollar la voluntad de vivir juntos, factor básico de la cohesión social y de la identidad nacional.

Referencias

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